Cuando la cuidadora de Pilar se fue de vacaciones a su país de origen después de un montón de años sin visitar a sus hijos y familiares (pero esto de las cadenas globales de cuidados da para otra historia que contar), pensé para mí: “ojalá que en este tiempo no le pase nada grave porque si no no sé qué haremos…”. Me equivoqué por completo en mis pensamientos. En cuanto se fue la cuidadora, los escasos vecinos y vecinas de este remoto pueblo de la provincia de Teruel, se organizaron para llevarle la comida, hacerle visitas mañana y tarde y ver si Pilar necesitaba alguna que otra cosa más.
Casi habíamos superado sin incidentes el tiempo en el que Pilar se quedaba sin cuidadora cuando me llamaron para que fuera, se había caído en su casa, parecía que se había roto el brazo y la cadera. Cuando llegué estaba medio pueblo a ver si podía ayudar en algo. Resulta que llevaba ya un rato en el suelo; se había levantado temprano a limpiar porque “venían los del oxígeno”. Cuando llegaron nadie abría, el técnico del oxígeno domiciliario fue a llamar a un vecino para que abriera la puerta. Por supuesto que los vecinos tenían llaves, ¡y menos mal!
Se cayó porque estaba sola, porque tiene algo de dificultad para moverse, porque en su casa hay demasiadas cosas y demasiados muebles por el medio, porque en vez de tomar las pastillas del mareo, se tomaba un ansiolítico en cuya caja ponía “MAREO”… Se cayó y no pudo avisar a nadie porque el botón de la teleasistencia estaba colgando del cabecero de la cama… Pero esto también son otras historias para contar…
La remití al hospital. Entre los vecinos se organizaron para acompañarla en su corta estancia hospitalaria; y digo corta porque a las 48h ya estaba de vuelta a su casa en un pueblo perdido de Teruel con el húmero y la pelvis rota, para hacer reposo domiciliario. Nadie en el hospital se preguntó cómo se las iba a apañar esta mujer octogenaria en su casa, sola y sin posibilidad de moverse… y aquí viene lo verdaderamente fascinante: todo el vecindario participó en los cuidados de Pilar.
Se encargaron de verificar la medicación que estaba tomando y las pautas de tratamiento, le hacían los cambios posturales, la asearon, le cambiaron el pañal, le prepararon el desayuno, la comida y la cena, se la dieron, le limpiaron la cocina, facilitaron el acceso a la habitación, etc.
Entre otras cosas se dieron cuenta de que Pilar tenía una tripa que no era normal, demasiado hinchada, a pesar de que iba bien al baño. Por este motivo llegó de nuevo al hospital, con la subsiguiente organización vecinal para acompañarla. Esta vez ya se encargaron de hablar con la trabajadora social del hospital y de la comarca para poner en conocimiento la situación de fragilidad de Pilar. También se dieron cuenta de que con su cuidadora habitual (que volvía justo durante el segundo ingreso) no iba a ser suficiente para cubrir las necesidades que Pilar necesitaba en ese momento.
Actualmente Pilar ya ha vuelto a su domicilio, está con su cuidadora habitual y tal vez su vida no vaya a cambiar sustancialmente.
Esta es una pequeña historia de vida de la que sacamos muchas lecciones. La primera y más importante: lo que son los Activos en Salud, la Medicina, la Solidaridad y la Humanidad Comunitaria. Sí, así escritas, con mayúsculas. Sabemos que lo que nos enferma y nos cura son los contextos en los que nacemos y vivimos y no tanto los cuidados que podemos llegar a proporcionar desde los servicios sanitarios. Que la historia de Pilar (como la de tantas Pilares que han pasado por nuestras vidas) tiene que ver mucho con el cuidado colectivo. Con el tejido de redes, con las interdependencias y la importancia de sentirse “parte de”. Una sociedad sana es aquella para la que cada uno de sus miembros es importante y por eso se le cuida, sobre todo si pasa por un momento de mayor vulnerabilidad. Mejor si es entre todos y no sólo recayendo en las mujeres. Ojalá fuésemos más conscientes de esto. Es lo que se pretende potenciar con iniciativas como La Escalera o visibilizar con el Paro de Mujeres de este 8 de marzo. Nuestra buena salud depende de nuestro entorno y de los cuidados que aportamos y recibimos del mismo. Por eso compartir esta historia nos parecía importante. El caso de Pilar es una muestra muy concreta de que un pueblo unido, por muy lejos y despoblado que esté, salva la vida de sus vecinas y vecinos.
Mónica Lasheras Barrio y Patricia Escartín Lasierra. Médicas de familia y comunitaria. Grupo PACAP Aragón.
Artículo publicado originalmente en la web de AraInfo con motivo del especial #8Marzo: http://arainfo.org/cuidando-a-pilar-nos-cuidamos-todas/